Para andar por la vida necesitamos saber dos cosas: qué es la vida y quiénes somos nosotros. Pero esa sabiduría se nos escapa a menudo, pues el ser humano es mucho más grande por dentro que por fuera, mucho más complicado que la maquinaria más compleja.
Para poder entender algo de todo esto, vamos a la mejor novela del mundo que es tal vez el más largo y sabroso diálogo del mundo: las razones y sinrazones que intercambian un pobre loco y un amigo que lo quiere y le sirve. Sin Sancho Panza, don Quijote es un hazmerreír, un loquero a quien se engaña y se lapida. Gracias a su escudero, don Quijote, que se sabe escuchado y estimado por Sancho, nos muestra la riqueza insospechada de su alma y alcanza a nuestros ojos una enorme estatura humana.
Frente al caballero intoxicado por los libros de caballerías, desacomodado con su ambiente y con su tiempo, el escudero, nuestro Sancho, tiene los pies en el suelo y representa la realidad tangible, la realidad palpable, es decir el puro pragmatismo. Y algo mucho más importante. Por encima de la lectura evidente de la realidad-que le lleva a reconocer los molinos o las ovejas como tales-, Sancho Panza es la viva encarnación de la gran verdad qeu nos hace personas: LA RELACIÓN CORDIAL CON NUESTROS SEMEJANTES.
